La enfermedad del domingo

 

Leandro Pavón La enfermedad del domingo

La culpa y la soledad forman un cóctel difícil de digerir en la vida real. Cuando se plasman a través de una cámara, son ingredientes con los que crear una atmósfera intensa, y pese a que a muchos les cueste digerirlo, hasta reconocible. La enfermedad del domingo tomó estos elementos para inocularlos en Anabel (Susi Sánchez) y Chiara (Bárbara Lennie), que hacen uno de los duelos interpretativos más potentes que he visto este año.

La culpa le toca a Anabel. Ella es la madre de Chiara, a la que abandonó cuando ella tenía 8 años. La repentina aparición de su hija, que la obliga a pasar 10 días con ella, hace que su mundo se trastoque y pese a que quizás no sintió remordimientos en muchísimos años,el estado en el que ve a Chiara y la relación que terminan tejiendo en ese periodo hace que la culpa le empiece a brotar. Ella sabe que con su presencia, su hija habría prosperado.

Leandro Pavón La enfermedad del domingo

La soledad la padece Chiara. Que tu madre se vaya de casa cuando solo tienes 8 años sin explicaciones le provoca un vacío que ni la escuela, ni las relaciones, ni las adicciones son capaces de llenar. Su vida se descontrola y enferma. Y la reacción natural de alguien cuando enferma es normalmente la misma: acudir a su madre.

La enfermedad del domingo habla sin hablar. Los silencios ilustran más que los diálogos. Una mirada llena de desdén de Bárbara Lennie hacia Susi Sánchez consigue lo que no se podría alcanzar con ocho frases. Ese silencio se convierte en el tercer protagonista de la película, cobrando la misma importancia que las dos actrices.

Y en ese lenguaje tan mudo y que tanto dice, Ramón Salazar (el director de la criatura) habla sobre la redención (o el intento de), sobre el sobreesfuerzo para aparentar valores (el perro y el pozo) o lo difícil que es estar enfermo sin nadie a quien acudir. En definitiva, consigue dibujar un relato crudo y complicado en una composición penetrante y disfrutable para los ojos.