Road to Oscars 2018: Dunkerque

Las guerras son las que fueron (y siguen siendo). Un bando cuenta una cosa, el contrario cuenta otra, y en medio, miles de muertos. El bélico es un campo en el que el cine se mueve de maravilla y las historias que ocurren durante esas guerras son dignas de contar. ¿Qué es lo que pasa? Que las grandes historias ya están contadas (o casi). ¿Cómo sorprender al espectador entonces? Haciendo grandes historias pequeñas. Y ahí está el secreto de Dunkerque.

Christopher Nolan había sido un soplo de aire fresco para la ciencia ficción norteamericana. Con la amnesia de Memento, su trilogía de Batman, sus sueños dentro de sueños en Origen y su juego de dimensiones en Interestellar, su incursión en el cine bélico sonaba rocambolesca. Pero Nolan tenía su propia razón para hacer Dunkerque: su abuelo murió allí durante la II Guerra Mundial.

En un conflicto en el que cinematográficamente hablando ya se habían contado todas las historias habidas y por haber (y que aún así, no dejará de dejarnos buenas películas), Nolan rescata la afluencia de pequeños barcos particulares para evacuar soldados desde Francia a Inglaterra con la excusa de unir varias historias y mostrar la crudeza ya no solo de la guerra, sino el de la esperanza de los soldados por llegar sanos a casa.

Dunkerque es especial en muchos sentidos. Primero, por su forma narrativa. Pocas veces se verá una película de guerra con la línea argumental que suele usar Nolan en sus trabajos, en las que el tiempo va saltando de un lado a otro para crear dos relatos: el de la película y el cronológico. Todo eso se entremezcla con una fotografía cuidadísima y un sonido que directamente hace que muevas la cabeza en busca de los aviones enemigos.

Esta cinta también es particular por su planteamiento de villano. Está claro que los héroes son los aliados y los villanos los nazis. Pero no es normal ver una cinta bélica en la que no se le pone cara al enemigo. Hasta el final de la película no se ve a un solo soldado nazi. Nolan abandona la idea de un enfrentamiento en plena guerra para centrarse en el objetivo: huir de Dunkerque. Y lo cuenta por tierra mar y aire.

Por tierra, mar y aire son las historia en las que se separa la película. Por tierra nos encontramos a los soldados que quieren huir a toda costa de tierra francesa. Por mar vemos la historia de como un soldado rescatado por un barco rompe una familia de navegantes que iban a la costa francesa a ayudar a la retirada. Y por aíre nos encontramos la historia de un piloto con la misión de apoyar al batallón en su huida. Esta última historia, que es la que queda más floja, es la protagonizada por quizás un desaprovechado Tom Hardy.

Actoralmente, Dunkerque no muestra gran cosa. Cillian Murphy no se deja ver en demasía, y otros actores de más peso como Mark Rylance no tienen un papel destacable. El fuerte de la película es el conjunto, encabezado por jóvenes promesas como Fionn Whitehead o caras más conocidas como el cantante ahora reconvertido a actor Harry Styles.

Dunkerque apenas tiene diálogos. No le hace falta. Dunkerque se ve y se siente. Y gran parte de mérito para que el espectador no tenga ocasión de despegarse de la butaca la tiene Hans Zimmer y todo el equipo de sonido. Ante la falta de voz; música y efectos sonoros se hacen imprescindibles. Y aquí encontramos un trabajo sobresaliente.

Quién se lo iba a decir al abuelo de Nolan. Su muerte en batalla ha llevado a su nieto a luchar por el Oscar por una película bélica en la que la guerra se ve poco. Simplemente se centra en lo que la mayoría de la gente piensa de las guerras: volver a casa.


Nominaciones para los Oscars:

-Mejor película
-Mejor dirección
-Mejor fotografía
-Mejor diseño de producción
-Mejor montaje de sonido
-Mejor mezcla de sonido
-Mejor banda sonora

PULSA AQUÍ PARA LEER OTRAS CRÍTICAS DE LAS PELÍCULAS SELECCIONADAS A LOS OSCARS 2018