Sin las bombas de Navarro nada será tan bonito

Juan Carlos Navarro Leandro Pavón

Recuerdo el 25 de julio de 1999 bastante bien, y eso que mi memoria funciona bastante regular. Me pasé la tarde metiendo prisa a mis padres para llegar a casa. Había un partido de baloncesto que no me quería perder, y ya había comenzado. No me hacían mucho caso ya que era un partido junior, pero era EL PARTIDO. Era la final del Mundial. Era un España vs EEUU. Y era la primera vez que podíamos ganarles. En julio del 99 explotó la Bomba Navarro.

Yo por aquel entonces jugaba a baloncesto en las categorías más inferiores del Unicaja. Nada importante, era un pivot normalito y poco más, pero ese deporte marcaba buena parte de mi vida. En ese partido Juan Carlos Navarro anotó 25 puntos y lideró a la selección, junto a Raúl López, Felipe Reyes y Germán Gabriel, a una histórica victoria. 19 años después de esa medalla de oro, la Bomba se retira, dejando un vacío en el baloncesto español que será difícil de llenar.

Navarro vivió desde su propio club, el FC Barcelona, el salto de calidad que dio un tal Pau Gasol que era suplente en aquella selección junior. Es difícil ser un one club man, pero él casi lo fue. El Barcelona lo ha sido todo para él, y salvo su pasajera experiencia en la NBA con los Memphis Grizzlies (quisieron que se quedara otra temporada pero él volvió a Europa), ha estado hasta el último partido aportando lo que podía a su club. En los últimos años menos. Pero ahí estaba, aterrorizando equipos desde la línea de triple y batiendo todos los records que podía.

El baloncesto español tiene un problema de identidad importante. En este país hay afición al baloncesto, pero nos encontramos que hay aficionados más enterados de lo que pasa en la NBA que en la ACB. Y no les culpo por seguir la mejor liga del mundo. Navarro era un jugador en el que todos nos encontrábamos. Un nexo de buen baloncesto. Con él en la cancha siempre pasaban cosas.

Y su experiencia en la selección refrenda lo que digo. Hay años en los que faltaban los Gasol, Ibaka, Calderón o cualquiera de la prolífica camada que ha triunfado en la NBA y por ello, sus equipos no les dejaban participar con la selección todo lo que querían. Pero Navarro siempre estaba allí, listo para liderar. Era la constante de un conjunto nacional que llegó a ser el mejor del mundo y que hasta en dos ocasiones, le ha disputado finales olímpicas a EEUU. Y cuando digo disputar es disputar. Hacerles pasar miedo de perder.

No ha sido la despedida que se merecía. Navarro tendría que haber recibido un homenaje en la cancha. Quizás con un título importante, aunque no le falten. Quizás con la retirada de su camiseta en su último partido. Una última gran ovación del Palau. Todo lo que se le haga ya será a posteriori. Pero por suerte, tenemos su legado. Yo con ver a chavales jugando en la calle, entrando a canasta y soltando ‘bombas’, quedaré satisfecho.